Puertas adentro

A los 15 aprendí a vivir conmigo:
una radio aturdiendo
la única manera de resistir
al cuarto más duro,
al agua fría del baño,
a la toalla rota,
a casi todos los muebles necesarios
el armario,
la camita y la mesa chica,
o el último jugo del limonero
antes de secarse.
Nada sobrevivió esos tiempos,
ni las plantas,
ni las cortinas,
solo era bajar la persiana
por la escarcha,
freírme unas papas
o hervir arroz
esconder siempre la llave
de la noche
del frío,
meter puertas adentro los temblores,
abrigar el desvelo con las mantas
hasta la nariz no más
para no asfixiarlo.

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