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La noche es el manto del encuentro  del encuentro de los peces con su orilla en la orilla de tus ojos casi al borde del borde del agua en la mirada mirada que se funde con el beso del beso que se abraza con la calma de la calma dentro del horizonte horizonte que nace en la caricia caricia que derrama su perfume del perfume que me lleva a vos.  (Leído de abajo hacia arriba) Vos sos el perfume perfume que derrama una caricia caricia que nace del horizonte del horizonte dentro de la calma calma que se abraza con el beso del beso que se funde en la mirada mirada al borde del agua  del agua en la orilla de tus ojos de tus ojos que son peces que se encuentran del encuentro con el manto de la noche.
Cae la lluvia siempre desde el mismo lugar en la ventana, y las manos se me ponen frías  y el pasto, de un verde al que no le crecen flores.
Hagamos un poema de barro dijo - como si la costa no fuese el verso, como si tejer orilla no fuera juntar agua en la mochila  y llenarla de mojarras y arena suelta, como si la mateada de la tarde no fuese de un verde Aguaribay, como si el canto de las ranas  no acunara la canoa. Hagamos un poema de barro dijo- mientras le cae sauce de los ojos  como un río.
La anchura de una tarde que alumbra, ungir la tentación de verte, de tropezar con las olas doradas de tu pelo donde el sabor sube y desciende. Nácar,  bálsamo perpetuo. Se abre un capullo todo nuestro.
El abrazo que no llegó a tiempo se volvió valija. Y en tus ojos, que no cabe tanto trapo llueve la despedida.
Anudo en la garganta la lluvia de tus ojos verdes   bañando esta historia rota. Todavía huele a nuestra, la casa. En un cajón,  el botón del saco que usaste  en la última fiesta a la que fuimos  y bailamos.