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Mostrando entradas de diciembre, 2018
Yo Babilonia la grande, madre de las rameras ardor de la ira plaga de granizo blasfemia. Yo morada del miedo y de las marcas sierva de la bestia hechicera final del libro sagrado, apocalipsis Yo mujer. Me levanto por mí y por cada una por todo el silencio que tuvimos que tragar por todas las veces que nos mezclaron la sangre con el fuego y que abrieron la tierra para escondernos el llanto desgarrado hecho humo. Me levanto para no escuchar más rechinar los dientes de inmundicia y tener que apretar los míos me levanto como linaje de azufre aunque tenga que cambiar al mismo dios.
Acá estoy  una hora después sentada en el último banco  recorriendo centímetro a centímetro  el pizarrón  donde tantas veces dejé mensajes y alguna que otra consigna. Acá estoy mirando el 9 x 3 de la tabla que por más que insista sigue dando 27. Cambio de ángulo me siento al revés de un lado y del otro miro la puerta siempre del mismo amarillo y ese papel en la cerradura que pegamos para que no se abra y entre frío. Miro el vaso tiene pinceles quietos preparados para el descanso las cortinas caen verdes de ese caño que siempre se descolgó con el viento. Miro el techo, hay un cable azul sale del ventilador y nunca me dí cuenta tampoco de las manos marcadas en la pared al lado del mueble marrón ni que teníamos una caja vacía a lunares allá arriba y yo que la otra vez buscaba una. Miro el almanaque tachado, las láminas, los juegos, el botiquín todo sigue en su lugar menos yo. Algo se movió cuando descolgamos los banderines del último festival, cuando sorteamos la tele donde leímos poemas,