Vallejo venía en sus tiempos libres y cada día levantaba un poco más esa construcción en medio del living que llamaban chimenea. Elegía los mejores ladrillos, los medía, los cortaba, les daba la inclinación justa planeando de antemano el recorrido que haría el humo hacia arriba. No recuerdo que la hayamos prendido ni una sola vez parecía estar hecha para el futuro.
Ahora estoy sola y una bomba de alquitrán me estalla en la memoria cualquier filo destroza menos que una ausencia imperfecto tu nombre señora de los pájaros: extranjera.
Líneas oblícuas en la ventana apagaron un fuego sofocante con la misma manía se apaga el cuerpo del poema a espaldas de tu cuerpo. Ahora entre las sábanas queda un mapa de nada, me arden las uñas de morderlas y las piernas también.
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Como el susurro del viento ...